En la mitología el aliso tiene un papel importante dentro del universo mágico de los pueblos del norte, los celtas. Es uno de sus árboles totémicos designado a uno de sus dioses, era el árbol feérico utilizado por los druidas en ritos adivinatorios.
Es la morada del espíritu del río, cobija entre sus cepas y su ramaje infinidad de especies zoológicas, y según algunos de los folclores celtas, de él procedía la primera mujer.
Entre estos pueblos, todos los seres de la naturaleza, especialmente los árboles, eran motivo de oblaciones y venerados como si de dioses se trataran. Creían que habían ayudado a los dioses a crear al hombre, les exaltaron tanto que los bosques eran sus templos. Convirtieron a determinados árboles en sus signos del zodiaco, correspondiéndole al aliso el nombre de “fearn” del 18 de marzo al 14 de abril.
Los pastores arrancaban la corteza de los retoños del protegido de Inaco o Inachos, el dios Río, para hacer un caramillo o zampoña, este ritual tiene como referente la leyenda de Marsias (personaje unido al origen de la música griega al que se atribuye la invención de la zampoña) al que castigó Apolo desollándole vivo por haber osado desafiarle en un concurso musical.
Entre los antiguos griegos fue consagrado junto con otros vegetales a las divinidades del remordimiento y reparación moral, las Euménides o Furias, ministras a las órdenes de los grandes dioses. En esa Grecia mitológica las grutas y lugares sombríos se unían con el ciprés y el aliso en la contemplación de la muerte, y en la gruta de la ninfa Calipso, descrita en La Odisea, compartían espacio alisos, álamos y cipreses.
Ana González-Garzo y Augusto Krause, 2023.