1 de agosto de 2023

ANTONIO AGUSTIN PARMENTIER

Célebre filántropo, químico, farmacéutico y agrónomo francés, Antonio Agustín Parmetier nació en Montdidier en 1737 y murió en Paris el 17 de diciembre de 1813.Su madre enviudó muy pronto y con dos hijos menores que Antonio Agustín, no pudo darle unos grandes estudios, se encargó ella misma de su educación ayudada por un sacerdote.

A los 18 años empezó a trabajar en casa de un boticario de su ciudad y, un año después, se fue a París a casa de un pariente, también farmacéutico.  En 1957 obtuvo plaza de ayudante farmacéutico en el ejército de Hannover donde estuvo con Bayen y Chamousset, de los que aprendió dos cosas importantes: Las grandes miserias de las que se podría salvar al pueblo si se cuidara mejor su bienestar y, en segundo lugar, los recursos que la naturaleza ofrece contra esas desgracias si se quisieran estudiar.

Mientras estuvo prisionero en Prusia en la guerra de los siete años, daban de comer a los presos patatas y observó que los cautivos en vez de contraer la lepra, como era la creencia, gozaban de buena salud y no pasaban hambre, allí fue donde empezó a apreciar las cualidades nutritivas del tubérculo.

Una vez firmada la paz en 1763, volvió a París y retomó sus estudios. Tres años después obtuvo una plaza de farmacéutico adjunto en el hospital de los Inválidos, siendo nombrado farmacéutico jefe en 1772.  Sin embargo, las Hermanas de la caridad que llevaban la administración de la farmacia no estaban de acuerdo con las normas que les imponía.  Hicieron tanto ruido que Parmentier tuvo que dejar sus funciones, aunque manteniendo su salario.

 La primera vez que expuso sus ideas en público fue en 1771. La escasez de alimentos de 1769 había afectado a la sociedad, y la academia de Besançon instituyó un premio cuyo tema era indicar las plantas que podrían complementar en tiempos de escasez las que se utilizan normalmente para la alimentación. Parmentier ganó el premio con nuevos medios para extraer almidón de raíces y semillas hasta entonces inútiles.   No obstante, pronto vio que esas medidas no eran prácticas, y por su experiencia en Alemania, comenzó su campaña para la propagación y cultivo de la patata, que había llegado a Europa de manos de los españoles desde Perú a principios del siglo XVI y estuvo muy extendida en Alemania, Suiza e Irlanda. Turgot había intentado propagarla en Limosin y Angoumois, pero los prejuicios lo hicieron imposible.

Parmentier publicó por primera vez un análisis químico del “tubérculo peligroso” en el que demostraba que ninguno de sus elementos podía ser nocivo. A continuación, buscó una alta protección, encontrada en Luis XVI, que le concedió 50 acres del llano de Sablons, unas arenas estériles que fueron labradas por primera vez para rehabilitar la patata. Cuando se desarrollaron las plantas, Parmentier recogió un ramillete de sus flores y fue a Versalles para ofrecérselo al monarca, que aceptó el regalo a pesar de las risas de sus cortesanos, colocándoselo en el ojal de su chaqueta. Ese fue el momento en el que la causa de la patata se ganó, toda la corte imitó el gesto del rey y felicitó al filántropo.

Para excitar la curiosidad y avidez de la gente, Parmentier colocó guardias alrededor del campo, pero para que vigilaran únicamente durante el día. Pronto le anunciaron que sus patatas estaban siendo robadas por la noche, lo que alegró en gran medida al agrónomo, pues vio en ello su éxito y se dijo: “si roban la patata es que ya no existen prejuicios contra ella”.

Poco después dio un gran banquete para las personalidades de la época, al que asistieron Franklin y Lavoisier. El tubérculo del llano de Sablons, preparado en todas sus formas, fue el único ingrediente de todos los platos, incluso los licores se extrajeron de él.  Así, gracias a los generosos esfuerzos de un solo hombre, Francia vio a la patata constituir una de las principales riquezas agrícolas.

Pero Parmentier no solo prestó ese gran servicio a la sociedad, estudió además el cultivo de las plantas que podían sustituir al trigo, como el maíz, las castañas, etc., o extraer azúcar de la remolacha.  También profundizó en métodos de panificación, se le deben las mejoras a la molienda y tamizado del trigo, estableciendo una panadería práctica en París, animó a la gente a consumir el salvado, propagó el uso del jarabe de uva que dio gran servicio en las guerras y proporcionaba unas sopas muy económicas. Trabajó en todos los aspectos del problema social, especialmente en la mejora y abaratamiento de la alimentación popular.  Por los favores obtenidos del rey, fue sospechoso durante la revolución y no se le concedió ningún cargo, pero fue incluido en la sección de economía rural al reorganizar el instituto.

Fue sucesivamente profesor de economía, política y agricultura de la escuela central, presidente del Consejo de la Salubridad del Sena, inspector general del servicio de sanidad del ejercito y administrador de los hospitales, donde restableció el orden en el departamento de farmacia redactando el Código Farmacéutico (París, 1802). Entró en la Academia de las Ciencias en 1795.

Durante 40 años no se cansó de recomendar el consumo de la pomme de terre, la manzana de tierra, la patata, en multitud de panfletos, periódicos y revistas. Llegó a triunfar, lo que fue una de las alegrías de su vejez. En 1848 se le erigió una estatua en su ciudad natal.

Monumento erigido en honor a Parmentier (Montdidier, Francia)