Familia: Liliáceas
Nombre científico: Asphodelus albus Miller
Nombres vulgares: Gamón, asfodelo
Etimología: del griego “asphodelos” hierro de pica, o lanza de hierro, por la forma de sus hojas.
Descripción: Planta perenne con raíces tuberosas largas en forma de nabo, agrupadas en manojo abierto. Tallo erecto, de 30 a 150 cm, generalmente simple. Todas las hojas basales de hasta 60 por 3 cm, planas, sólidas, aquilladas. Flores de 1,5 a 3 cm en racimos densos blancas o rosadas, 6 pétalos en estrella con un nervio medio pardo, brácteas pardo oscuras. Fruto oval- globuloso de 8 a 11 mm.
En la mitología clásica las coronas de asfódelo engalanaban las cabezas de Proserpina, diosa de la agricultura y reina de los infiernos, de Semele, hija de Cadmo, y de Dionisos, hijo de Zeus. Sus flores adornaban las imágenes de los dioses, y están consagradas a Hades, Demeter y Perséfone (Proserpina).
Para los antiguos griegos y romanos el asfódelo está íntimamente ligado a la muerte. El mismo Homero le menciona formando las praderas del infierno junto a las puertas del sol (Gibraltar). Al ser fuente de alcohol simbolizó la pérdida de los sentidos, característica de la muerte, y se le relacionó con Baco (Dionisos), pero el Baco infernal de los misterios de Eluisis. Es una de las flores que alfombran los campos elíseos, el paraíso o islas de los bienaventurados, donde las almas de los justos reciben del asfodelo una segunda vida inmortal.
Se plantaba el gamón alrededor de los sepulcros en la creencia de que abundaba en el tártaro o lugar más subterráneo de los infiernos, y servía como alimento a los manes o diosecillos infernales, y a las almas perdidas. También fue emblema funerario de luto, muerte y lamentación. Semejantes creencias han llegado hasta nuestros días, en que se utilizan sus flores como ofrenda para honrar a los muertos adornando su última morada.
Y mágica es la creencia de que sirvió a exorcismos, filtros
amorosos, amuletos protectores de hechizos, espíritus malignos y mordeduras de víboras, escorpiones y otras
especies de “sabandalijas”. Los antiguos terapeutas vieron en él un excelente
contraveneno, y Alberto Magno, maestro de Santo Tomás, lo consideraba excelente
remedio contra “demonios y melancólicos”, manteniendo que el gamón hacía
invencible e inengañable al hombre que lo cogiera a altas horas de la
noche.