14 de diciembre de 2021

LA LEYENDA DEL MUÉRDAGO

Se aproxima la navidad y por eso nos fijamos en una planta singular.  Se trata del muérdago.  Seguro que lo habréis distinguido habitando en muchos árboles, especialmente en invierno, cuando las copas de árboles caducifolios pierden la hoja.  Os contamos qué relación existe entre la navidad y el muérdago.
 
Su leyenda se pierde en la noche de Balder (el Apolo del norte). Todos los seres juraron no hacer daño al hijo de Odín, pero no juró el muérdago, por ser considerado inofensivo, ni Höder, que por su ceguera tampoco era una amenaza. De esta planta el pérfido Loki, hizo una flecha y engañó a Hoder para que se la lanzara a Balder, atravesándole el corazón. Odín maldijo al muérdago negándole la tierra.

El muérdago es tan mágico que debía ser cortado con una hoz de oro consagrada para tal fin, para los druidas galos era más sagrado que su venerado roble, por ser árbol no nacido de la tierra. Profesaban gran veneración a este arbusto hijo del cielo, y siendo una rama divina salida de un árbol terrestre, fue considerado un símbolo de unión entre lo divino y lo humano, el descenso del espíritu a la materia.

En el bosque de los Carnutos, considerado el centro de las galias donde residían los colegios druídicos, cerca de Chartres (Francia), estos sacerdotes celtas realizaban el sacrificio del “gui l´an neuf” con mucha ceremonia en diciembre, el mes sacro, el sexto día de la luna después del solsticio de invierno, que era el principio de su año.

centro botánico de Juzbado, Ana González Garzo y Augusto Krause
Lámina herborizada de Muérdago (colección del Centro botánico)

 

Durante el rito el jefe de los druidas se subía al árbol provisto de una hoz de oro y cortaba el muérdago, que se recogía en un lienzo blanco sin que tocara el suelo, y el primer día del año se distribuían las ramas entre el pueblo exclamando “al muérdago, al muérdago, que es año nuevo”.   Otros autores aseguran que los druidas ponían el muérdago en agua, y era esa agua lustral lo que distribuían.  Se creía que el agua santificada preservaba de cualquier veneno, curaba todo tipo de enfermedades y sortilegios, y daba fecundidad a los animales estériles, convirtiéndose en símbolo del sacrificio, de la regeneración y de la restauración de la familia.  Curiosamente, en Pascua, cuando comienza el año eclesiástico, se distribuye agua bendita.

Quedaron vestigios de esa costumbre por toda Francia, especialmente en Bretaña, donde la madrugada del año nuevo los pobres iban pidiendo el aguinaldo al mismo grito de “a gui l´an neuf”, expresión de la que, según Bescherelle, deriva el nombre francés de aguignettes, y el español de aguinaldo.  Hoy día son los niños los que llevan consigo un ramillete de “gui” (muérdago) para pedir la gratificación.

En la antigua Roma, el 25 de diciembre se celebraban las Natalicias, fiestas del natalicio del sol (solsticio de invierno), en honor a los dioses que presidían el nacimiento, y se decoraban las casas con ramitas de muérdago.  También se adornaban con él muros de templos y habitaciones, y todavía hoy en Nochebuena se cuelga del techo en multitud de hogares anglosajones.

Sus bayas son alimento de tordos (estorninos), mirlos y otras aves, que a veces estercolan su muerte en danza trágica al intentar despegar su intestino de la semilla adherida a la rama donde ha defecado su mortal alimento, contribuyendo de esta manera a la propagación de este “vampiro vegetal”, el muérdago. 

Ana González-Garzo y Augusto Krause, 2021.